jueves, 25 de marzo de 2010

Dos En Moto


De los ministros de gobernación que nos ha tocado aguantar (y mantener) durante los últimos dos años, ninguno como Salvador Gándara para ponerse, solito él, las orejas de burro.


Y de las burradas que cometió (para qué hablar de sus amagues de pastor cachureco al prohibir el uso de minifaldas, o de sus movidas turbias entre malversación de fondos, transferencias anómalas y demás señalamientos de corrupción), ninguna como la “ideota” de promulgar aquella ley, todavía vigente, de no permitir que viaje más de una persona en cada moto, dizque para disminuir así el índice de homicidios.


Sólo a un ignorante, enajenado de las verdades que se respiran en la calle y ajeno a las asfixias económicas que sufre la mayoría de personas que trabajan en la ciudad (aunque vivan lejos, lejos), puede ocurrírsele semejante atropello: como si usar moto fuera asunto exclusivo de sicarios… y de mensajeros, y de repartidores, y de vanidosos que sacan a pasear su pedorra Harley los fines de semana, y de devotos de Esquipulas miembros de la caravana del Zorro.


Como si la economía de miles de familias que habitan en la periferia de la capital no dependiera de la moto como medio de transporte para llevar y traer al conductor, a la esposa y hasta a los hijos. Como si la alternativa de subirse en un bus no fuera más complicada (horarios, rutas, trasbordos, duración de los trayectos) y, para colmo, a veces tan riesgoso como ponerse una pistola en la cabeza y jugar a la ruleta rusa.


¿Resultados? Los asesinatos nunca disminuyeron, los motoristas se pasan la susodicha ley cada vez más por el culo y los policías contribuyen a la causa haciéndose de la vista gorda.

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